Nos vamos directamente al restaurante Chez Hakim.
Hambrientos y desvalidos arrasamos con la cocina pidiendo media carta. El
camarero me pregunta por mis rasgos árabes y le contesto que nací allí pero que
llevo años viviendo en Sevilla. Asiente con la cabeza y nos trae sus deliciosos platos, un festín digno de cualquier sultán. Me alegro de haber venido a este viaje.
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