Tras una larga caminata llegamos a la civilización. Intentamos
coger un taxi para regresar a la medina. El taxista no habla español, ni
inglés, ni francés. Solo árabe (aunque con el dominio de las lenguas que hemos
demostrado tener Jara y yo poco hubiese importado que hablasen otra cosa que no
fuese castellano). Una amable señora con la que compartimos el taxi actúa como
intérprete y gracias a ella conseguimos volver a la medina.
Hemos podido comprobar que en esta ciudad conducen
como locos. No se respetan demasiado los límites de velocidad y como mínimo van
tres personas montadas en cada moto.
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